Por Mulukuasi
Es el final mi amigo, es el final.
“Entonces, apareció el Tzoncomali, allá vino a salir el Tzoncomali, como una rueda roja vino a salir, iluminó la tierra. Las personas se asustaron, mucho, tuvieron mucho miedo, se fueron a esconder debajo de las piedras, allí se quedaron. Una madre no quiso esconderse, quería saber qué era esa cosa, pero se le quedó viendo, lo miraba, sus hijos le gritaban: “Madre, ven a esconderte, ven a meterte en las piedras, no lo veas”, pero la Madre se quedó viendo y solo gritaba. Y cuando salió el Tzoncomali, ella se convirtió en codorniz, ahora solo grita en el monte, va corriendo en el monte, se esconde abajo de las piedras, se esconde debajo de las hierbas, así grita ahora”.
Este es un relato mítico Nahua, donde Tzoncomali es un sol que asciende al cielo y aparece como el detonante de la destrucción del mundo.
El final de todo lo conocido, el fin de los tiempos, el fin del mundo, el apocalipsis, la gran explosión, la gran extinción, el colapso, el gran diluvio, el juicio final, o simplemente el fin de la humanidad, es un tema recurrente a través de la historia y que va agotándose como el reloj del apocalipsis de la universidad de Chicago, que con su cuenta regresiva nunca le atinó a la fecha del fin del mundo, pero sigue contando los segundos a ver si por casualidad acierta. “¡Coronamos!” dicen por estos lares del mundo cuando se pasa a un nuevo año, el reloj continúa marcando y la vida sigue, más endeudadxs y enguayabadxs, pero sigue.
El ‘Reloj del Apocalipsis’, una herramienta simbólica creada por científicos para visualizar la probabilidad de que la humanidad desaparezca, y fue actualizado hace algunos días.
Desde los inicios de la consciencia humana, la muerte se ha representado de muchas maneras. Se han intentado comprender los ciclos de la existencia, las estaciones, el día y la noche, la lectura de los movimientos de los astros, sus nacimientos y muertes; la muerte de una planta, así como la muerte de una estrella y la muerte de sí mismo, o la muerte de todo. Al parecer, todo está muriendo desde el mismo momento en que nace, pero ¿Cuándo muere todo?, ¿Cuándo se acaba la existencia de lo conocido?, ¿Cuándo llega el llamado apocalipsis y/o fin de los tiempos?
A través de los siglos las narraciones sobre el “fin” han sido abordadas por todas las culturas que han existido. Se habla tanto del fin del mundo como del fin de un mundo, o del fin de un tiempo y el nacimiento de uno nuevo. La referencia a lxs dioses también hace alusión a esas muertes y nacimientos de nuevos mundos, pues estos son creadores de nuevas realidades. La vida de una persona está marcada por ciclos, donde constantemente algo muere para que nazca otra cosa nueva.
¿Por qué no pensar en que nunca hubo un inicio y que nunca habrá un final, sino que todo siempre ha estado allí y que son sólo transformaciones a cosas nuevas o viejas, o simplemente otras cosas? Quizás seamos sólo eso: la transformación de algo que siempre ha existido y que nunca terminará. Tal vez haya que pasar por un eterno proceso de cambio como los tres estados de transformación del espíritu de Nietzsche.
Muchos han sido los eventos históricos que se han dado como el fin del mundo: Los desastres naturales, las enfermedades pandémicas, las guerras, ciertas invenciones humanas o eventos extra terrenales podrían acabar con el planeta, o la evolución humana ya lo está logrando como dice Eddie Vedder en su canción Do the Evolution Baby ♬♬♬comprar acciones el día del colapso, sí ♬♬♬
Incluso existen géneros artísticos enfocados exclusivamente a ficción apocalíptica y postapocalíptica. ¿por qué la mente humana construye imaginarios alrededor de estos temas? Parece que todo se remonta a las narraciones escatológicas de las religiones más ortodoxas, la palabra apocalipsis se origina en los textos bíblicos y una de las mayores características de estos relatos míticos es provocar condiciones de miedo a lo desconocido o a la relación entre cuerpo y espíritu. La llegada de un mesías, por ejemplo, está relacionada al fin de un mundo, el mundo de los no cristianos. Por eso en muchos lugares existen los “profetas”, como la “evangélica metalera” en la Plaza de Armas de Santiago de Chile, que se volvió viral.
“¡Arrepentíos, el fin está cerca!”, “se acerca el reino de Dios”, frases de un proselitismo cristiano puro y duro. Algo usado por los imperios coloniales para justificar la expansión de su economía extractivista, así fue como ocasionaron una serie de genocidios y los fines de muchos mundos. Cualquier parecido con los actuales es pura coincidencia.
Algo así podemos ver en series como Dark, donde un grupo de fanáticos espera y busca, viajando en el tiempo, que el apocalipsis sea un hecho.
Lo cierto es que el planeta tierra es limitado y al parecer no aguanta más crueldad y está muy claro cuáles son las causas de su deterioro y del proceso de extinción masiva que está viviendo. Desde la ciencia se ha definido esta época como la era del Antropoceno, donde la acción humana ya es irreversible: el extractivismo, la contaminación del aire, la deforestación, el calentamiento global, el vertimiento de venenos en los campos y aguas, etc. donde ya se surfea el colapso y la sexta extinción masiva.
Dicen que con cada especie que se extingue se acaba un mundo, sin embargo, el mundo de los dinosaurios, por ejemplo, en cierta medida sigue vivo en la memoria, no solo la humana sino de la tierra y de otras especies vivas, como en la película animada “la era del hielo”. Los demás animales tienen memoria y algún día se vengarán, como “Snorki”, el delfín de los Simpson y su manada que salen a la superficie a esclavizar a lxs humanos a manera de vendetta, pues estos, en el pasado, vivían felices en la tierra.
Hay que recordar también películas como Terminator donde Skinet, una corporación de tecnología, es la causante del fin del mundo, ¡¡¡hasta la vista…, baby!!! Aquí la tecnología es el enemigo de la especie humana, que es reemplazada por robots. También está la saga de Mad Max, que se recrea en un escenario postapocalíptico donde varios grupos de sobrevivientes se enfrentan y donde la guerra, entre otras cosas, es por el agua. Bueno, ahora el agua está cotizada en la bolsa de valores.
A través de la historia se ha podido verificar que cuando hay grandes crisis, la mentalidad humana comienza a cuestionarse y acercarse a mundos más espirituales. En los antiguos mundos orientales, por ejemplo, ciertos personajes dedicaron su vida al contacto con la naturaleza y desarrollaron una vida plenamente espiritual, más austera y que estuviera acorde con las leyes del universo. Pero ¡ojo!, porque ante la crisis también están los oportunistas fundamentalistas, nótese lo ocurrido en la última pandemia, donde aumentó el reclutamiento de almas en las calles y en las redes sociales. Pues como la monja metalera también hay pastores yerbateros, políticos mesiánicos o gurúes, y no precisamente del sabor.
Podemos ver que en la actualidad han tomado fuerza nuevas miradas sobre cómo relacionarnos con la naturaleza, pero en realidad son perspectivas milenarias. Nos encontramos en periodos de posverdad donde la validez de ciertos relatos bíblicos y formas de ver la existencia caen… y duro. Ahora será normal ver por las calles hombres lobo o mujeres serpiente, o niños pájaros o el mismísimo mino tauro, nunca se sabe.
Lo que sí encontramos son numerosas alternativas para vivir fuera de un sistema de producción que por siglos ha perpetuado la inequidad y el saqueo de la naturaleza, pero que actualmente ve su punto más alto y decadente.
En la primera entrega de ¿Cómo sobrevivir al fin del mundo? te muestro algunas de estas alternativas. Por ahora, ¡es el final mi amigo, es el final!