«Yellowjackets» es una serie Netflix que inevitablemente evoca comparaciones con dos grandes referentes de la ficción: «Lost» y «El Señor de las Moscas». Aunque cada una de estas obras se desarrolla en contextos diferentes, las tres historias exploran la misma pregunta: ¿Qué sucede cuando los humanos se ven despojados de la civilización y son arrojados a un entorno donde las reglas se desmoronan y toca sobrevivir?
«El Señor de las Moscas» de William Golding y «Yellowjackets» comparten la premisa de un grupo de jóvenes varados en un lugar aislado, enfrentándose a las duras realidades de la supervivencia. En ambas historias, la sociedad se disuelve rápidamente cuando los personajes se enfrentan a su propia naturaleza salvaje. Mientras que «El Señor de las Moscas» se centra en un grupo de niños que, sin la supervisión de adultos, revelan su lado más primitivo, «Yellowjackets» nos muestra cómo un grupo de mujeres adolescentes se desmorona bajo la presión de la supervivencia en la naturaleza.
Sin embargo, donde «El Señor de las Moscas» es una alegoría directa sobre la pérdida de la inocencia y la brutalidad inherente al ser humano, «Yellowjackets» añade capas de complejidad psicológica y social. Las chicas en «Yellowjackets» no solo luchan contra los elementos externos, sino también contra sus propios traumas, inseguridades y relaciones tensas, que se agudizan en la brutalidad del aislamiento. La serie aborda cómo el trauma se internaliza y se manifiesta en el comportamiento de las supervivientes, tanto en el pasado como en el presente, lo que la convierte en una exploración más matizada de la degradación moral.
«Lost», por otro lado, es la comparación más inmediata cuando se trata de series que juegan con la narrativa del misterio y el suspenso en un entorno aislado. Ambas series comienzan con un accidente aéreo y un grupo de supervivientes que deben aprender a vivir en un entorno desconocido y hostil. Sin embargo, «Yellowjackets» toma una dirección más oscura y psicológica, enfocándose menos en los misterios sobrenaturales (aunque los insinúa) y más en los horrores internos que los personajes enfrentan.
«Lost» es conocida por su estructura narrativa no lineal, que entrelaza el presente con flashbacks y eventualmente flashforwards, revelando cómo el pasado de los personajes informa su comportamiento en la isla. «Yellowjackets» adopta una técnica similar, alternando entre el presente y los eventos del pasado en la selva, lo que permite a los espectadores ver cómo los eventos traumáticos han moldeado a las protagonistas a lo largo de los años. Sin embargo, mientras «Lost» explora grandes preguntas filosóficas sobre el destino, la fe y la ciencia, «Yellowjackets» se centra más en la psicología del trauma y el poder destructivo de los secretos.
Tanto «El Señor de las Moscas» como «Lost» y «Yellowjackets» comparten un tema central: la descomposición de la civilización cuando los personajes son empujados a situaciones extremas. En «El Señor de las Moscas», los niños rápidamente abandonan las normas sociales para formar su propia jerarquía primitiva. «Yellowjackets», por su parte, nos muestra cómo, incluso cuando se mantienen algunas estructuras de poder, la supervivencia lleva a decisiones morales complejas y, a menudo, aterradoras.
«Lost», aunque más enfocada en la construcción de un nuevo tipo de sociedad, también explora la fragilidad de las normas sociales cuando se confrontan con lo desconocido. Sin embargo, «Yellowjackets» se distingue por su enfoque en cómo el trauma no se limita al momento de la crisis, sino que persigue a los personajes a lo largo de sus vidas, deformando sus identidades y relaciones.
«Yellowjackets» es una fusión moderna de estas dos historias y se destaca por su capacidad para tomar estas influencias y transformarlas en algo nuevo, oscuro y profundamente inquietante, ofreciendo una reflexión sobre la fragilidad de la humanidad cuando se enfrenta a los extremos, tanto externos como internos.
Con la promesa de ser un thriller psicológico, pero lo que realmente entrega es un viaje al corazón oscuro de la cultura pop noventera, envuelto en una estética visual que nos deja al borde del abismo. Aquí, el accidente aéreo que deja a un grupo de adolescentes varadas en un bosque no es más que el punto de partida; el verdadero caos está en la mente y en el alma de sus protagonistas, interpretadas magistralmente por un elenco de actrices que llevan la narrativa a otro nivel.
En esta serie la cultura pop es el telón de fondo que resuena en cada episodio. La nostalgia se filtra en la banda sonora, con esas melodías que nos llevan de regreso a una época que parecía más simple, pero que en «Yellowjackets» se convierte en un campo minado de traumas y secretos. No es casual que figuras como Juliette Lewis (Asesinos por naturaleza) y Christina Ricci (Gambito de Dama) encabecen este reparto; su presencia es un guiño a ese cine y televisión que definió los noventa, pero también es una declaración de principios: esta serie no solo habla del pasado, lo reinterpreta con la crudeza del presente.
La historia se despliega en dos tiempos, como un espejo roto que refleja las cicatrices del ayer y las heridas abiertas del hoy. El guion juega con los saltos temporales, llevándonos de las adolescentes que luchan por sobrevivir en el bosque, a las mujeres que, décadas después, siguen siendo perseguidas por los fantasmas de lo que hicieron para sobrevivir. Esta estructura en paralelo no es solo un recurso narrativo, es una exploración profunda de cómo el pasado nunca muere, simplemente se transforma en el monstruo bajo la cama.
La dirección de «Yellowjackets» es precisa y meticulosa, construyendo tensión con cada plano, con cada mirada furtiva, con cada silencio incómodo. La cámara se mueve como un depredador, acechando a sus personajes, haciéndonos sentir esa paranoia creciente que se cuela en cada rincón del bosque y de sus mentes. La fotografía es otra protagonista, capturando la belleza salvaje de la naturaleza en contraste con la oscuridad que habita en los corazones de las chicas.
Y desde lo estético, «Yellowjackets» está muy bien puestecita y no se conforma con ser un thriller más. Aquí, la moda, los colores, los paisajes, todo está al servicio de una narrativa que es tan visual como emocional. La serie te atrapa con su atmósfera de inquietud constante, con esa sensación de que algo terrible está por suceder, pero que cuando finalmente ocurre, deja más preguntas que respuestas.
En cuanto a la banda sonora, la música juega un papel fundamental en la creación de la atmósfera, es un viaje sonoro por la nostalgia que acompaña y potencia el drama, creando una conexión emocional que va más allá de la pantalla. La música actúa como un puente entre el pasado y el presente, conectando las experiencias traumáticas de los personajes adolescentes con sus vidas adultas marcadas por esos eventos. Es como estar en MTV al evocar los sonidos de una generación que creció en un mundo sin smartphones, pero con muchos demonios internos, letras crudas y poderosas: Nirvana, The Smashing Pumpkins, Portishead, Hole, PJ Harvey, Alanis Morissette, Garbage, Shirley Manson, Garbage, The Cranberries y Radiohead forman parte fundamental del paisaje musical de la serie.
Esta serie de Netflix es un retrato feroz de lo que ocurre cuando la cultura pop se encuentra con el lado más oscuro de la naturaleza humana. Una historia donde las fieras no son los animales del bosque, sino los propios personajes que, impulsados por el miedo, la desesperación y el instinto de supervivencia, revelan de lo que son capaces. Con una dirección que no teme adentrarse en la oscuridad, una narrativa que teje pasado y presente con maestría, y un elenco que brilla en cada escena, esta serie es apta para aquellos que buscan algo más que entretenimiento: una experiencia visceral que resuena en lo más profundo de nuestra mente.
«Yellowjackets» es, sin duda, una obra que desafía al espectador a enfrentar sus propios límites, mientras nos recuerda que, todos, llevamos una fiera dentro, esperando su momento para salir.