Perfect days: Espléndida de principio a fin

Fenomenal historia donde el director Wim Wenders nos relata un resplandor de luces y sombras de la vida cotidiana. Desde las primeras tres imágenes hasta la última se nos abre toda una filosofía, una manera de encarar el trabajo laboral y el tiempo de ocio. Una narrativa que en cada una de las escenas nos invita a saborear cada instante de la vida.

La escena inicial atraviesa toda la película con una secuencia de planos magistral: la ciudad y su ruido, luego la mirada de los árboles con la música que el viento produce en ellos y el suspiro de Hirayama al despertar.

Estas imágenes de los árboles representan la armonía en medio del caos y la encontramos a lo largo de la película, en la vida cotidiana del protagonista, en su mirada contemplativa y en las fotografías que revela, etiqueta y almacena cuidadosamente.

La rutina de Hirayama transcurre en esta hermosa mezcla que la vida le ofrece y elige llevar a cabo con sutiles sonrisas cada día.

De allí que al final en los créditos el director nos quiera enseñar la palabra Komorebi: palabra japonesa que define el juego de luz y sombras creado por las hojas movidas por el viento, sólo existe una vez, en ese preciso momento. El inicio y el final de la cinta están conectados y le dan el argumento a la narrativa. El director hace una representación de un lenguaje y una cultura ancestral en un mundo moderno que escapa a la mirada occidental.


Su cotidiana vida laboral de limpiar baños se ve trastocada por varios hechos que hacen que cada día sea diferente y como él lo dice todo cambie: la llegada de la novia de su compañero de trabajo, la aparición de su sobrina, el niño en el baño, el juego de Gomoku con la persona misteriosa del baño que nunca conocemos, la “compañera de almuerzo” de la banca y el maestro.

Hirayama es un personaje con una gestualidad sobria, sencilla y apacible, un hombre que parece estar encantado con la vida y sorprendido con las cosas más mundanas. Nos enseña que dentro de la rutina se esconde una belleza que puede enamorar.

Un hombre sensible por lo que le rodea, autodisciplinado y que al parecer ama su vida y lo que hace cada día repitiéndolo una y una otra vez como un ritual, porque quizás sepa algo más. Esto se puede deducir a partir de la visita de su hermana, pues fácilmente podría decidir otra vida sin problemas económicos y estuviera en otro lugar disfrutando de otros días más “cómodos”.

Sin embargo esta rutina le da cierto aire de libertad: vive sólo, frecuenta los lugares que desea y se toma la vida con calma. La escena final es toda una montaña rusa de emociones acompañada de Nina Simone: #la libertad es mía#. ¡Quizás algún día, un nuevo amanecer!.

Su relación con el árbol es muy hermosa y extraña, una conexión de la cual guarda un pedacito cuando recoge los retoños que nacen alrededor de éste. Con el riego meticuloso de cada una de las plantitas es como si cuidara de sus propios retoños, allí se percibe un vínculo interespecie.

La escena en la cual recoge la planta es muy hermosa y nos muestra un poco de las culturas orientales y el respeto hacia la naturaleza cuando de manera mística aparece un maestro. En Perfect Days el director ilustra de manera magistral las aún formas y maneras de ser de civilizaciones milenarias que persisten en la vida moderna.


El protagonista lleva un trabajo muy difícil, literalmente un trabajo de mierda, y metafóricamente hablando un trabajo basura desde la perspectiva del anarquista Graeber, pues le toca limpiar los baños públicos de la ciudad de Tokio. Sin embargo Hirayama pareciera verse a gusto con lo que hace.

Estos no son cualquier tipo de baños, pues consisten en el nuevo proyecto de la ciudad de instalación de unos baños diseñados exclusivamente para los juegos olímpicos de Tokio [Tokio Toilet, como dice en su uniforme].

La obsesión de los japoneses por la limpieza del culo al cagar, su pulcritud e innovación tecnológica es retratada por el director en esta cinta. Precisamente, de este proyecto urbano nace la película que inicialmente iba a ser un registro documental en el barrio Shibuya de Tokio.

“No me sentí inspirado a filmar un documental sobre los arquitectos y sus creaciones, pero intuí que había algo mucho mayor detrás de estos baños. En lugar de filmar cuatro cortos, opté por contar una ficción que tenga como principal protagonista a un limpiador de baños. Si algo aprendí de mis propias películas, es que los lugares viven mucho mejor en las historias que en los documentales”.


Shibuya-Tokio es el lugar de Perfect Days, un barrio de la ciudad de Tokio. La gran metrópoli se ve reflejada en Shibayu con sus grandes autopistas de varios pisos de altura y grandes edificios, algo que queda muy claro mientras Hirayama monta en bicicleta con su sobrina en un día perfecto mientras al frente se escucha una de las ciudades más contaminadas del mundo.


La vecindad y el interior de la casa del protagonista nos muestra ese sector de clase baja de la ciudad. Un pequeño hogar de pocos espacios y algo estrechos, en un mismo espacio una biblioteca, la música en casetteras, espacio de la lectura matutina y dormitorio de Hirayama, así como un pequeño baño donde organizar su barba todos los días.

La librería es uno de esos pocos lugares donde Hirayama tiene relaciones humanas. Sorprende que uno de los libros elegidos sea de cuentos de Patricia Smicht [una autora de trailer psicológico], es extraño pues el protagonista no parece sufrir en ningún momento de ansiedad ni miedos, lo que indica que es un lector empedernido.

La cordialidad en cada uno de sus encuentros también es una manera de mostrarnos cómo el protagonista goza de pequeñas conexiones humanas esporádicas y frecuentes, cortas y cordiales en medio de una ciudad caótica. Éste es otro elemento que nos muestra esa pulcritud de una cultura japonesa milenaria y de un país que ha optado por no volver a participar nunca más en una guerra.

El bar-restaurante es un lugar fascinante. Es uno de los refugios que tiene Hirayama y de manera excepcional el director nos lo muestra en un sólo momento. Los personajes que allí se encuentran logran una bellísima escena, ¡ni más ni menos!.

El restaurante de comida rápida es otro de esos lugares típicos de Tokio, el encuentro rutinario con el mesero, una amistad de pocas palabras pero de confianza. La algarabía de quienes allí se encuentran disfrutando de un juego en la televisión nos muestra esa parte más “popular” de la ciudad.

El sento, el baño público donde Hirayama se limpia y baña también juega un papel importante. Al estilo la película El Baño de Zhang Yang, el director se sumerge en la importancia que tiene la higiene del cuerpo para lxs orientales y el uso de los baños calientes en su vida cotidiana; además de la psicorigidez cuando Hirayama instala los rollos de papel higiénico en el baño de la ciudad.

Lo onírico, aunque sutil, es muy importante en la película. Las primeras imágenes de la película las vamos a encontrar en los sueños surrealistas de Hirayama, la mezcla de luces de ciudad con el resplandor de las hojas de los árboles y las nuevas experiencias que tiene cada día, así como la aparición de varios personajes con los que se encuentra.

El director recurre a la representación onírica para enseñarnos la sensibilidad del personaje frente a sus experiencias cotidianas. Por medio de la técnica de sobreimpresión-collage logra una perfecta representación y mantiene al espectador con la intriga de las hojas del árbol.

Sorprende que el director sea alemán, sin embargo Wim Wenders es un viajero y la relación Alemania-Jápon es más común de lo que se piensa, algo que puede verse en la banda sonora. La música es muy importante en la película y Wenders se sintió bastante identificado con el protagonista en este sentido. Los dos hacen parte de la generación de los 70s que escuchó a Patty Smith, Van Morrison y The Velvet Underground que podemos escuchar en los casettes de Hirayama. inclusive en una entrevista con Rolling Stones Wender menciona que para poder escuchar en concierto a los Kinks él tuvo que viajar hasta Tokio.

Con Perfect Days Wim Wenders vuelve al cine luego de un letargo pues sólo venía realizando videos institucionales y documentales muy de cerca a Sebastiao Salgado, el gran fotógrafo brasileño.

El director de la ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes por la película Paris, Texas (1984) es un gran aficionado y admirador del director japonés Yasujiro Ozu.

Antes de su nominación al Oscar a Mejor película internacional decía: “Me honra saber que puedo estar nominado en representación del país de Yasujirō Ozu, pero mi vida sería mucho más sencilla si ya me dejaran volver a casa”.

…Y sobre su película Perfect Days Wenders menciona que “Todas mis películas nacen del espacio”… “En el caso de Perfect Days, la premisa nació de mis encuentros con Tokio y con una cultura cinematográfica de la que soy deudor: la de Ozu”. Y precisamente trabaja sobre lo que indudablemente nos muestra la película: “Nos dimos cuenta de que el componente principal de la historia era la rutina”, dice Wenders.

Una película rodada con una tecnología sumamente sencilla, sin grandes equipos de grabación pues el director quería lograr una atmósfera sobria y mundana, muy realista y costumbrista.

Acerca del protagonista Wenders dice que lo eligió inmediatamente, sin él no se hubiera logrado nada. “Una película de esas [dice el director] sin un gran actor se cae a pedazos“…y pues los ojos de Koji Yakusho, según Wenders, podían decirlo todo, que era lo que él necesitaba. Maravillosa actuación del ganador del premio a mejor actor en el Festival de Cine de Cannes 2023.


Perfect Days es una película escrita en tan sólo tres semanas, que se rodó en tan solo 17 días, con pocos diálogos y pocos personajes pero que con tan “poco” logra tanto que emociona hasta el último suspiro.

Últimos artículos

Artículos relacionados