Por Juan Salgado
La Chica de la Aguja es una película danesa basada en hechos reales y recreada durante finales de la Primera Guerra Mundial en la ciudad de Copenhague.
Karoline es una chica que trabaja en una fábrica de textiles. Vive en la precariedad económica, característica de la época, en un apartamento sucio y sin agua, un completo cuchitril; su esposo ha ido a la guerra y no ha sabido nada de él por mucho tiempo. Karoline y su jefe se ven envueltos en un pequeño “encuentro amoroso” que termina en un embarazo, con un jefe que rechaza a su primogénito por presión de su madre y una Karoline que intenta abortar, pero que, al final, decide dar a su hijo en adopción.
Allí comienza el tema más duro de la película. Karoline llega a una tienda de dulces donde se reciben bebés para adopción. Dagmar es la encargada de la tienda que ilegalmente recibe recién nacidos para luego “darlos en adopción” a familias con mejores situaciones económicas. Sin embargo, dichas adopciones no se llevan a cabo. Dagmar ha tenido 6 partos, 5 de ellos con bebés muertos.
En esta tienda de dulces suceden cosas muy interesantes relacionadas a la situación de la mujer en la sociedad. Todo narrado a través de escenas fuertes sobre la sexualidad, la cosificación de la mujer como objeto reproductivo, el rechazo al aborto por parte de la sociedad que lleva a las mujeres a practicar interrupciones riesgosas… Temas que aún, 100 años después, podemos apreciar en las sociedades modernas.
La película también habla de la difícil situación que atraviesa Karoline en un mundo en guerra, donde cada decisión que toma está atravesada por un contexto que tampoco le favorece, arrepintiéndose de cada una de ellas; del trauma de la guerra con un esposo que vuelve a casa solo y con problemas físicos y mentales; de las diferencias de clase y la discriminación por parte la mamá del jefe de Karoline, quien la obliga a hacerse una prueba de embarazo para luego rechazarla como futura esposa de su hijo; de la explotación laboral de la época a través de aquella típica imagen de mujeres saliendo de grandes fábricas de textiles, donde se exponen a distintos peligros y largas jornadas laborales.
La Chica de la Aguja es una película a blanco y negro con una fotografía bien trabajada, diálogos cortos y escenas muy crudas de asesinatos y horrores. Uno de los momentos clave de la película es el intento de aborto en una bañera; allí el director Magnus Von Horn nos muestra las condiciones totalmente deplorables en las que se encuentra Karoline, quien encuentra como única alternativa, usar su herramienta de trabajo en una bañera de los baños públicos, porque en su casa no tiene agua: la aguja es símbolo de su explotación laboral, su mal encuentro amoroso con su jefe, símbolo de la mayor parte de sus desgracias.
La película compitió en los premios Oscar a mejor película de lengua extranjera con la brasileña I´m Still Here, la cual se llevó la estatuilla dorada, y está disponible en la plataforma MUBI.